domingo, 11 de febrero de 2007

(1).- Plotino


Vivió en el S. II D.C., cuando el mundo estuvo sumido en una confusión tan grande si no mayor que la actual. Fue un griego que nació en Egipto, donde se hizo filósofo junto a Amonio Sacas, en Alejandría. Acompañó a los ejércitos romanos durante algunos años de guerras en Asia, y luego se estableció en Roma, como maestro de gente culta e influyente, donde finalmente murió.

No fue un hombre religioso, sino un filósofo seguidor de Platón, aunque creía en Dios. No era el Dios de Plotino un creador, ni existía como lo hacen las cosas del mundo, ni tampoco era la presencia absoluta que abarca todo lo existente. Plotino lo llamaba el Uno, aunque reconocía que nada podíamos conocer o decir de Él. Nosotros, es decir, todo nuestro universo, procedíamos del Uno no por creación, sino por emanación, como la luz que constituye nuestro día procede del sol. De manera que la emanación del Uno nos envolvía dándonos la existencia. Para Plotino esta emanación, que tenía que recorrer un camino que parecía imposible entre Dios y nosotros, se diferenciaba en tres a modo de capas concéntricas: la más cercana a Dios era el Espíritu, del que emanaban el Alma y el Cuerpo de nuestro universo, ocupando el Alma una suerte de posición intermedia entre los otros dos.

Pero lo más maravilloso de todo era que, como en la semejanza de dos triángulos, la estructura humana remedaba a la del Universo, es decir, que nosotros también estábamos hechos de espíritu, alma y cuerpo. Y podíamos contemplar a Dios a través de nuestro espíritu, y aunque esto no nos fuera ni comprensible ni racionalizable, sí era capaz de cambiar drásticamente nuestras vidas.

Hasta aquí podía llegar Plotino con el poder de su razón de filósofo. A partir de aquí, es decir, una vez que intentaba adentrarse en los territorios espirituales, la única via de acceso era la mística. De manera que Plotino, además de seguir siendo toda su vida un gran filósofo y maestro, se ejercitó en el recogimiento y la contemplación durante muchos años. Dice Porfirio, el discípulo que recopiló toda su obra, que llegó a verlo cuatro veces en éxtasis. Ocasiones éstas en las que Plotino creía que empezaba a entrever al Uno, lo que consideraba la culminación de su vida.

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