martes, 31 de diciembre de 2013

Nochevieja 2013 / Añonuevo 2014

Alhambra.- Puerta de armas
El Añonuevo es la otra cara de la Nochevieja. Ésta es un final, aquél un comienzo, tan cercanos el uno al otro, tan contiguos, que se funden en una misma cosa. Todo final de algo viejo termina siendo el comienzo de algo nuevo, ese es nuestro sino. Nuestras vidas están delimitadas en el tiempo por numerosísimas parejas de estos opuestos. Hay gente que en estas inevitables transiciones solo ve lo que tienen de final, otra que solo aprecia  lo que de comienzo, los primeros tienden a ser pesimistas, los segundos optimistas. Todos se equivocan.

Lo equilibrado es no perder nunca de vista la doble perspectiva. Si todo final es un comienzo, cada final/comienzo no es sino una sola puerta que atravesamos en el camino de nuestras vidas. Para avanzar un paso nos hacen falta los dos pies, uno lo lanzamos hacia delante, pero si no mantuviéramos retrasado el otro, firmemente apoyado en el suelo, nos caeríamos. Así con nuestras vidas. Al atravesar cada una de nuestras puertas, esas cuyo conjunto terminará componiendo nuestra historia personal, podemos hacerlo porque ya éramos algo antes y porque seguiremos siendo algo después. Pero lo decisivo es la puerta en sí misma. Y es el conjunto de esta puertas innumerables el que le da forma, estructura, a lo que somos, el que compartimenta nuestras vidas.

Parecería en principio que cada una de estas puertas es etérea, puro presente, un instante, un pestañeo insustancial entre lo que éramos y lo que seremos. Pero no es así. Tienen todas ellas consistencia, dimensiones: altura, anchura y espesor. Gastamos un tiempo en atravesarlas y este tiempo de transición tiene algo de mágico, es una suerte de café con leche en el que se mezclan el pasado y el futuro.  En ese tiempo somos como un revuelto de lo que éramos y lo que seremos. Agudamente conscientes tanto de lo que hemos sido como de lo que empezamos a ser. A la vez nostálgicos  de lo que dejamos atrás e ilusionados respecto a lo que nos llega. O alegres por abandonar un infierno pero temerosos de lo que nos pueda venir. O una mezcla confusa de todo eso.

El caso es que cuando estamos atravesando una de estas puertas nos sentimos vivir con más intensidad que antes o después. Como si estuviéramos palpando con los dedos nuestro cuello, sintiendo el palpitar de las dos arterias carótidas. Ese latir de la vida en nosotros que ahora, en medio de la puerta del cambio de año, se aprecia tan agudamente.

El rey ha muerto. ¡Viva el rey!


Con mi deseo de un feliz 2014 para todos.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Hijos del Sol

Somos hijos del Sol, por eso los humanos más primitivos lo adoraban. Hermanos de los demás animales y plantas, engendrados por la misma estrella, de modo que toda la naturaleza viva comparte el tic-tac fundamental que es la sucesión del día y la noche.

Hay formas de resistencia que prolongan su sueño sin morir durante lo que puede ser muchísimo tiempo solar: las esporas en los microbios y las plantas inferiores, las semillas en las plantas superiores, los estados hibernantes en muchos animales de sangre fría y algunos de sangre caliente que viven en climas imposibles, como los osos en sus montañas heladas durante el invierno.

En cuanto a los humanos, nuestras formas de resistencia, nuestras excepciones al implacable tiempo solar, solo pueden ser culturales. Nos mantenemos vivos, aunque ocultos, en los buenos ánimos que gracias al amor hemos dejado en los demás. En el recuerdo concreto o difuso que de nosotros persiste en otros, ese que se alberga en lo más poderoso que un humano tiene, su memoria.


Este mecanismo de supervivencia es tan indirecto, tan sutil, que lleva inevitablemente a que lo más sólido y persistente de nuestra naturaleza humana tenga que ser espiritual. Así lo muestran la imagen que Narciso dejó reflejada para siempre en el estanque, el vaho húmedo y cálido que una joven soñadora exhaló en el espejo para dibujar sobre él un corazón, aquel beso, aquella promesa, aquel consuelo, aquella carta, aquel apoyo, aquella lealtad, todos aquellos recuerdos imborrables…

martes, 24 de diciembre de 2013

Navidad del 2013

La Sagrada Familia.- Anónimo, España S. XIX
¡Qué año tan terrible este 2013, al menos para mí! Pero como todos los años, ya sean buenos o malos, la Navidad llega puntual envolviéndolo todo de un polvillo mágico, invisible, del que solo puedes percibir el rastro inmaterial que deja.

Se repite el misterio inexplicable, escandaloso, imposible. Dios se hace Hombre encarnándose en el vientre de una mujer virgen. Así Dios acompaña al hombre y a través de él a la Tierra entera. Lo hace desde la humildad más extrema, la del recién nacido, absolutamente necesitado de los cuidados de su madre para sobrevivir. Y viene al mundo con un proyecto quizá todavía más escandaloso que su nacimiento: resucitar después de morir, trayéndonos así a todos la posibilidad de la vida eterna.

Este lenguaje comunicativo nos habla de cuestiones imposibles de comprender con el lenguaje instrumental que usamos para entender el mundo de los fenómenos y las cosas, de las dimensiones del espacio y el fluir del tiempo. Es un lenguaje religioso, que enlaza corazones, ese mismo con el que una madre besa a su hijo o un humano se arriesga por los demás en acciones dudosas porque le parece que es su deber hacerlo.

Respeto a los que no creen en el misterio de la Navidad. Es seguro que son más sensatos que yo. Pero quiero compartir con ellos, desde mi mediocridad, la alegría de estos tiempos que ya vienen.

Te propongo a ti que me estás leyendo, seas quien seas y como seas, el siguiente ejercicio para  estos días: haz un intento inocente de salirte siquiera por unos instantes del espaciotiempo. Hay mil maneras posibles. Contempla algo hermoso, un hijo, un nieto, un niño, un árbol, una nube, un ocaso, un amanecer. Deja que su belleza te inunde. Libérate así de ti mismo, sométete a lo que entra dentro de ti por tus sentidos, vaciándote de tus preocupaciones, tu pasado, tu futuro. Mantente en este intento durante unos minutos, no más de cinco.

Inmediatamente a continuación vuelve en ti. Y cuando lo hagas, repasa una lista que has escrito previamente con unas determinaciones parecidas a las sugerencias que para un día de Navidad hizo Teresa de Calcuta, pero nacidas de ti, de tu determinación y tu libertad. Tales como:

 .- Sonríe a un hermano (un padre, un hijo, un amigo, un vecino) y estrecha su mano o dale un abrazo.

.- Mantente en silencio y escucha con toda tu alma al otro que te habla.

.- Rechaza todo lo que en ti y tu entorno margina a los oprimidos y los destierra de la sociedad.

.- Comparte tu esperanza, esa que tú tienes, la tuya, con los que están desesperados por la pobreza física o espiritual. Pero hazlo concretamente, con hechos que vayan más allá de los buenos deseos. Aunque lo que puedas hacer sea muy poco, no te importe, porque lo grande puede estar en lo pequeño.

.- Reconoce con humildad tus limitaciones y miserias.

Por último, aunque tú lo veas con escepticismo y hasta no te lo creas, dale a Jesús una oportunidad de que nazca para que él pueda entregarse a los demás. Dale siquiera un voto en blanco, una abstención. Y alégrate de que todavía los humanos, pese a todos los pesares y avatares de la historia, sigamos celebrando misterios así.

Feliz Navidad.

lunes, 23 de diciembre de 2013

1938, guerra civil española, en la vanguardia: el sargento de ametralladoras.

Tanto en la entrada anterior como en ésta, referidas ambas a acontecimientos que tuvieron lugar en España durante 1938, en plena guerra civil, quiero referirme a cómo la gente de a pie, los humanos pobres y mayoritariamente inocentes, son víctimas de las guerras inducidas por los forcejeos entre ideologías que, en última instancia, poco tienen que ver con las realidades de carne y hueso que esa gente humillada y maltratada vive.

Hoy narraré otra historia real, la de un hombre de mar que se vio sometido, siendo todavía casi un niño, a los embates de la tormenta más terrible que sufrió en toda su vida, la cual casi acaba con él. La superó gracias a su valor. Esta aventura vital de Antonio Orcha me la contó su propio hijo, Pepe, también hombre de mar y gran pescador, que ha sido protagonista de una de las narraciones marineras escritas en este blog, “Gente de la mar (8).- Boxeo a bordo”.

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El 18 de julio de 1936 Antonio Orcha tiene diecinueve años y ha venido siendo tesorero de la CNT, el sindicato anarquista, en Sanlúcar de Barrameda, desde los catorce, porque es uno de los pocos de sus militantes que sabe escribir y tiene alguna idea de números. Guarda la caja con el dinero de la central sindical en su casa, debajo de la cama de su madre, donde permanecerá intocada, después de que revoluciones y guerras pasen por encima de esta familia, durante muchos años, hasta entrado el siglo XXI.

En Sanlúcar el alzamiento del ejército de Franco ha triunfado, de manera que  Antonio y su hermano mayor  José, entre otra mucha gente de izquierda, han sido encerrados preventivamente en el castillo de Santiago, la vieja fortaleza medieval de los duques de Medina Sidonia. Son momentos de enorme confusión. El golpe de estado diseñado por el general Mola ha fracasado en Madrid, Barcelona y otras muchas regiones españolas. Allí donde ha triunfado, se ha llevado por delante toda la estructura del estado, y grupos paramilitares de derechas  se mueven caóticamente intentando imponer el nuevo orden a través del terror.

A los pocos días, las autoridades responsables del castillo ponen en libertad a Antonio, al comprobar que es casi un niño, pero a José lo envían al penal del Puerto de Santa María, donde nunca llegará, porque unos incontrolados lo fusilan a mitad de camino, dejándolo tirado en la cuneta. Son momentos terribles. A los pocos días, Antonio está una mañana en la plaza del Cabildo de Sanlúcar y es reconocido por un falangista, que quiere llevárselo detenido nuevamente al castillo donde, le dice, ahora no lo va salvar ni la Virgen de la Caridad, que es la patrona del pueblo. Pero Antonio saca su pistola y le dice al falangista que se atreva a detenerlo. Mal debe ver éste la situación, porque se echa para atrás y le dice a Antonio que se esconda, pues lo están buscando para matarlo.

Faluchos aparejados con vela latina, típicos
barcos de pesca en la España mediterránea
 y suratlántica del siglo XIX y mitad del XX
Antonio ha tenido una vida difícil. Se quedó huérfano a los cuatro años y a los ocho, todavía lo recuerda, su madre lo llevó una noche a Bajoguía para que se embarcara, pues los barcos de pesca, las parejas que entonces les llamaban, porque pescaban extendiendo una red entre dos de ellas, solían zarpar de madrugada. Eran barcos, y los llamo así porque tenían cubierta, aparejados con una gran vela latina, y casi ninguno de ellos tenía motor. Antonio se embarcó en las que pescaban la sardina, que llegaban a las costas de Marruecos, a veces tan lejos como Agadir, pasando hasta meses en la mar y conservando las sardinas que pescaban bajo capas de sal, que una vez en puerto se prensaban en barricas de lo que se llamaban sardinas arenque.

De manera que en 1936 Antonio es, pese a su juventud, un curtidísimo hombre de mar. Ante las amenazas de muerte opta por intentar huir. Se juntan unos cuantos de los activistas de izquierda perseguidos y se organizan para que un falucho los recoja en Chipiona y navegue con ellos hasta Tánger, donde estarán a salvo. Pero alguien da el chivatazo, porque la noche de la partida los emboscan en la misma playa y tienen que salir huyendo por piernas, salvándose afortunadamente todos. Antonio vuelve corriendo a casa de su madre y se esconde en un pozo, medianero con la casa del vecino, dentro del que permanece seis meses, en el curso de los cuales vienen a buscarlo, inopinadamente, más de una vez, sin encontrarlo nunca.

La maquinaria de un estado empieza a organizarse en la España franquista, y un día llega una carta del servicio de reclutamiento conminando a Antonio para que se incorpore a filas. Él teme que en cuanto salga a la calle, si sus enemigos lo ven antes de que llegue a las oficinas militares, lo arresten y fusilen, pero también piensa que si consigue alistarse tendrá una oportunidad de salvar su vida. Su hermana Luisa trabaja como sirvienta en casa del comandante de Marina, don Carlos Delgado, al que le cuenta la situación en que está Antonio. Este señor lo acompaña, el día de la citación, a la oficina de reclutamiento, que está instalada en la estación de ferrocarril del barrio Alto, pues los jóvenes alistados saldrán de allí mismo para incorporarse al ejército. Cuando el listero nombra a Antonio, los guardias civiles allí presentes, puesto que figura en algunas listas de busca y captura, quieren detenerlo. Pero el comandante de Marina interviene y ordena que lo embarquen en el tren, que Antonio está bajo su responsabilidad. De este modo consigue romper el cerco a que estaba sometido, salvándose, y en el futuro dará el nombre de Carlos a uno de sus hijos, en agradecimiento y recuerdo de este buen hombre.

Antonio Orcha en 1938, tras recibir sus galones
de sargento de ametralladoras.
Pasa algún tiempo en Ceuta recibiendo instrucción militar. Es corpulento, y lo envían al frente destinado a manejar la ametralladora pesada que apoya a una compañía de infantería. Como su expediente ha viajado con él y es sospechoso, por anarquista, de combatir mal e intentar huir al enemigo, continuamente lo vigila su sargento, que en combate suele estar detrás suya con la pistola montada y casi todos los días le da unas cuantas bofetadas y puntapiés, tratándolo con desprecio. Pero Antonio es valiente. Como casi todos los soldados en casi todas las guerras, combate sin pararse a pensar dos veces en quién tiene por delante, pues sabe que de eso depende su propia supervivencia. Lo hace bien y por eso un día le dan permiso para ir a Sanlúcar, pero nada más llegar tiene que volverse al frente, porque lo denuncian y se encuentra en una situación en la que teme que, a pesar de su uniforme, puedan matarlo. De nuevo en la batalla, se ven un día copados por tres ametralladoras enemigas que, con fuego cruzado, los están diezmando. Antonio coge su ametralladora y se arrima a los nidos de las de los rojos, barriéndolos y salvando así a su compañía de la situación comprometida en que estaba. Por esta acción de guerra lo ascienden nada menos que a sargento.

En cuanto le ponen los galones, reta al que había venido siendo su sargento y amargándole la vida. Salen de la tienda de campaña y pelean. Se dan una paliza de padre y muy señor mío, y a partir de ahí, son amigos y seguirán siéndolo hasta que el otro sargento muera, meses después, en combate.

El comandante de su batallón vuelve a darle permiso para que vaya a Sanlúcar a celebrar su ascenso. Antonio no quiere, porque todavía teme que lo detengan y lo maten. Pero el comandante le dice que se lleve la pistola y le da un salvoconducto por si lo detiene la guardia civil. Y desde que llega al pueblo con sus galones y su pistola, nadie más se atreverá nunca a meterse con él.

El Monte Mallaeta en los 1950's y el fondeadero de Bajoguía, entonces puerto pesquero
 de Sanlúcar de Barrameda
Terminada la guerra, empieza enseguida a patronear barcos de pesca. Un armador del Puerto de Santamaría le da un barco a medias, el Paco Villajoyosa, que mandará hasta 1965, en que se lo echan entre los dos a cara y cruz y le toca a Antonio. Luego manda un barco de Sanlúcar, el Río Guadalquivir, en el que pesca por Marruecos, Mauritania y Senegal. Y después se convierte en armador, empezando a comprar sus propios barcos, el Josefa Gomis, el Monte Mallaeta y por último el Cari.


Durante su vida en la mar, es un hombre duro y ejemplar, el primero en el trabajo y el riesgo, como todos los buenos patrones, de resultas de lo cual pierde un ojo  y casi una mano.

El ojo lo pierde arrastrando frente a Cabo Juby, en el Sahara, un día que arde la mar, como dicen los marineros de Sanlúcar, porque sopla un ventarrón del norte que le da la vuelta a las olas. Tienen la mala suerte de que el arte se enganche en unas rocas del fondo. Inician una serie de maniobras delicadas para recuperarlo. Consiguen halar del arte por su final, por el copo, y cuando lo van izando a bordo uno de los cabos que tira de él se rompe, falta como dicen en la mar, y el extremo roto cruza la cara de Antonio reventándole el ojo izquierdo. Pese a ello, Antonio quiere reiniciar la maniobra de recuperar el arte, pero su tripulación no le hace caso y ponen rumbo a Las Palmas de Gran Canaria, donde lo ingresan en el hospital.

El accidente en que casi se queda manco es parecido. Ahora están arrastrando frente al cabo Blanco, frontera entre el Sahara Español y Mauritania, o en el 21, como dice la gente de la mar, que distingue los caladeros africanos por el paralelo en que se sitúan. Van a chorrar, es decir, a cobrar el arte. Antonio está junto a la maquinilla que, a popa del puente, hará todo el trabajo de izado. Otra vez se enroca súbitamente el arte y, como consecuencia, falta un cabo que le golpea en el codo y está a punto de arrancarle el brazo. Tienen que desembarcarlo en La Güera y desde allí llevarlo en avión a El Aiún y luego a Las Palmas donde consiguen salvarle un brazo izquierdo que se le queda, no obstante, chungo para siempre.

En esta línea sigue moviéndose su vida, siempre en aguas lejanas y el primero en las faenas de riesgo. Antonio se hace famoso entre los patrones por enrolar en su tripulación a los marineros que nadie quiere, por rebeldes o pendencieros, a los que sabe darles una oportunidad y sacarles partido, pues muchas veces son, además de difíciles, gente capaz de trabajar bien si se la motiva. Es un patrón duro, pero también justo, excepto con su propio hijo, con el que a veces se pasa de exigente porque quiere convertirlo en todo un hombre. También es compasivo con los marineros más viejos, a los que dispensa de las faenas más duras y protege cuando la mar hace difícil el trabajo en cubierta. Es, por último, un hombre de palabra, como siempre lo ha sido esa gente de la mar que, sola entre las olas y los vientos, no puede protegerse de la naturaleza y el destino detrás de ningún papel.

Sus hombres temen sus malos humores, producto de sus preocupaciones. Por eso se sienten seguros y cómodos cuando, en un buen día de pesca, con mar bonancible, Antonio baja una de las ventanas del puente y asomándose con los brazos hacia fuera, empieza a canturrear la única canción que se le conoce, El Novio de la Muerte, el famoso canto de la Legión española:

Nadie en el cuerpo sabía,
Quién era aquél legionario,
Tan audaz y temerario,
Que a la Legión se alistó.

Nadie sabía su historia,
Mas la Legión suponía,
Que una pena le roía,
Como un lobo el corazón.

Y al regar con su sangre la tierra ardiente,
Murmuró el legionario con voz doliente:

Por ir a tu lado a verte,
Mi más leal compañera,
Me hice novio de la muerte,
La estreché con brazo fuerte,
Y su amor fue mi bandera.


Porque todos saben que cuando Antonio canta estas estrofas, por muy trágicas que sean, es que las cosas van bien y el futuro próximo, el único que es razonable considerar entre las incertidumbres de la mar, se presenta risueño.

domingo, 22 de diciembre de 2013

1938, guerra civil española, en la retaguardia.


En septiembre de 1938, fecha que firma la carta que se reproduce en esta entrada, se está ya en el tercer y último año de la guerra civil española. Desde un punto de vista estrictamente militar, el ejército de Franco tiene asegurada la victoria, pues solo quedan en manos de la República Cataluña, Madrid y el cuarto de España que se extiende entre Madrid y el extremo sudeste de la Península. Pero la II República, gobernada por Negrín, no se rinde a la espera de que la Guerra Mundial se inicie y el conflicto español se internacionalice.

La carta la escribe un hombre culto desde una cárcel de un pueblo de la provincia de Sevilla. Es una petición de auxilio a un amigo influyente que vive en esta última ciudad. Dice así:

<<Me encuentro detenido por el comandante militar de esta villa y a disposición del Sr. Auditor de Guerra de esta región a virtud de denuncia presentada esta tarde por el director de la Caja de Ahorro de la Diputación provincial al comandante de este puesto de la Guardia Civil en la que dice que en conversación tenida con él esta tarde menosprecié el Bando del General con relación a los préstamos hechos a los cultivadores de trigo suponiéndome un rojo quizá peligroso.

Los hechos acaecidos son los siguientes:

Esta tarde un pegujalero de ésta que tiene recibido un préstamo de cuatrocientas pesetas me abordó diciéndome que habían estado dos señores a hacer efectivo el préstamo que recibió y en el caso de no hacerlo a reclamar el trigo declarado en la comarcal como recolectado por él y que hace unos días había tenido necesidad de venderlo para pagar los gastos de siega de dicho trigo y acarreo de las gavillas a la era; pero que tenía un poco (sic) de maíz, que por causa de la lluvia de estos días había retrasado su singrane, y en cuanto estuviera en condiciones de venta la efectuaría y con su importe y cien pesetas que le habían sobrado de la venta del trigo tenía sobradamente para abonar la cantidad que le reclamaban y que estaba dispuesto a abonarla.

Que a pesar de este expuesto los mencionados señores, con frases poco tranquilas, le habían manifestado que había cometido un delito vendiendo el trigo y que iría a la cárcel si no otra cosa peor que seguramente le ocurriría, poniéndose el pobre hombre en un estado de ánimo que daba compasión y me suplicó que me esperara un momento porque los estaba esperando para que yo con más tranquilidad les expusiera los motivos que había tenido para vender el trigo y sus propósitos de reunir el dinero con el maíz y pagar la obligación por completo.
No se hicieron esperar y entonces yo limitándome a exponerles la situación angustiosa de aquel hombre que para recolectar ochocientos setenta y cinco kilos de trigo que fue todo lo que vendió y pudo recolectar de cinco fanegas de tierra había tenido necesidad de gastar en siega y acarreo de mieses a la era trescientas pesetas quedándole tan solo cien pesetas que les ofrecía de momento y además la promesa de liquidar por completo con el maíz que tenía pasados tres o cuatro días, y que merecía otra consideración si se tenía en cuenta que este hombre de no haber tenido formalizada esa operación le hubiera salido más ventajoso abandonar el pegujal y no proceder a su recolección que en el actual año resultaba ruinoso; a esta consideración contestaron que de haber realizado ese hecho lo hubieran fusilado.

Otras consideraciones que me permití hacerles referente a lo recientemente legislado respecto a aplazamiento y fraccionamiento de préstamos del crédito agrícola no quisieron escucharlas y en forma brusca se retiraron.
Vista esta actitud y apreciada por mí en sus justos términos, aconsejé al interesado viera la manera de adquirir dinero a cuenta del maíz que tenía, en cantidad suficiente para liquidar la obligación por completo y así lo hizo, lo encontró y la pagó.

A las dos horas de esto me vi sorprendido por requerimiento de comparecer al cuartel de la Guardia Civil para notificarme la denuncia, contestándole con gran asombro mío pues en los diez minutos escasos que yo hablé con aquellos señores, no hubo la menor incidencia que pudiera justificar el hecho que realizaban y que a la hora en que a mí me requerían ya ellos habían abandonado el pueblo.

El hecho de hacer la denuncia no puedo atribuirlo más que a un acto realizado con ligereza y poco meditado porque no ocurrió en nuestra conversación nada que pueda justificarlo.

El procedimiento que usarán con el atestado, según me dicen es remitirlo mañana a la Auditoría y esperar órdenes al Comandante militar respecto a mi detención, y espero que V. gestione de quien corresponda se solucione este asunto lo más rápidamente posible pues yo estoy perplejo con lo ocurrido.

No tengo para qué decirle, puesto que V. lo sabe de sobra, cuáles son mis ideas de toda la vida, mi vida y aficiones políticas, mi conducta con el Movimiento, el tributo que le llevo rendido y demás circunstancias que V. conoce, que me ponen ideológicamente de los rojos a mayor distancia de la que nosotros estamos de la luna.
Le saludo
                                                       Septbre 1938>>
  
No hay nada de extraordinario en esta carta, que tiene sin embargo el valor inmenso de la autenticidad. No se escribió para que la leyera yo, quedó enterrada bajo mucho polvo y papeles viejos hasta que casualmente la encontré entre las ruinas de la que fue casa de mis padres. Desde el momento en que la leí me pareció preciosa: refleja un estado de vida y un estado de ánimo, es un testimonio fresco, veraz, de cómo se vivían cotidianamente en España aquellos tiempos trágicos. Es, en muchísimos sentidos, historia químicamente, filosóficamente, dialécticamente, emocionalmente pura. Todo eso me conmueve.

1938 fue un mal año agrícola. Además los campos de España estaban arrasados por la guerra, y las conquistas que la España franquista iba haciendo la llevaban a tener más y más bocas que alimentar. El trigo, base del pan, componente básico de la dieta española, adquiría así una enorme importancia social. Los cultivadores de trigo, como el pegulajero (pequeño labrador) al que la carta se refiere, estaban obligados a vender toda su producción al Estado a un precio intervenido. El mercado de los alimentos estaba sometido a un programa de racionamiento, cada familia tenía una cartilla con la que retiraba de los comercios a un precio asequible los escasos alimentos básicos que le estaban autorizados. Como contrapartida a todo esto se había desarrollado en la zona franquista el llamado estraperlo, un mercado clandestino de alimentos en el que estos nunca faltaban pero había que pagarlos a precios altísimos. Todo ello hacía que algunos agricultores vendieran a algunos panaderos el trigo por libre, con el que se hacía pan que luego se comercializaba de estraperlo. Este podía haber sido el caso del pegujalero en cuestión, que ahora se veía sometido a la presión de los que le habían prestado dinero para que cultivara trigo, en definitiva, del Estado. Pero es probable que, siendo un pequeño agricultor, solo pretendiera sobrevivir a los desastres de la guerra. Quizá es esto lo que justifica que el autor de la carta que comento diera la cara, por así decirlo, en su defensa.

Por debajo de la situación narrada emerge con toda su frescura viva la realidad de una guerra que, como todas las guerras, se caracteriza por que la fuerza de la razón ha sido sustituida por la razón de la fuerza. Los derechos humanos han sido suspendidos indefinidamente, en tanto lleguen la victoria o la derrota. No existe una justicia independiente, todos los poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, están en manos de la autoridad militar competente. Una situación que lleva a que cualquiera que forme parte de la estructura del Estado se crea autorizado para exhibir un poder tan absoluto como arbitrario, de vida o muerte. Como lo hacen en esta historia los representantes de la Caja de Crédito, que amenazan al pobre pegujalero “con frases poco tranquilas”  haciéndole ver “que había cometido un delito vendiendo el trigo y que iría a la cárcel si no otra cosa peor que seguramente le ocurriría”, poniéndolo así en “una situación angustiosa” que lleva al anónimo escritor de esta carta a emprender con gallardía su defensa, lo cual hace que los de la Caja le mencionen la posibilidad del fusilamiento ante una rebeldía abierta. Todo lo cual conduce a que el defensor se encuentre encarcelado indefinidamente, por eso pide ayuda a un amigo influyente, capaz de cortocircuitar un sistema arbitrario, haciéndole ver además que está  “ideológicamente de los rojos a mayor distancia de la que nosotros estamos de la luna”.

Testimonio directo, sí, de la realidad de una guerra, éste de hoy tomado de su retaguardia. Mi padre, que la vivió entera como teniente médico en el bando franquista, me contó muchas más anécdotas de las que él fue testigo. Como la mayoría de los españoles era apolítico, la guerra civil le partió la vida por la mitad. Una guerra que fue, por otra parte, una vergüenza y una tragedia histórica para España, en la que los dos bandos incurrieron en una responsabilidad histórica semejante, unos por provocarla, los otros por llevarla a su término terrible. En la que ambos bandos se mancharon de sangre inocente.  Y de la que fueron finalmente responsables las revoluciones y contrarrevoluciones que ya estaban en marcha en Europa y que desembocaron en la II Guerra Mundial.

Como en tantas guerras civiles que se suceden continuamente a lo ancho del mundo. Como en Siria, Sudán o el Sahel, por mencionar algunas de las más próximas. Los que las sostienen, permiten y alimentan están casi siempre muy lejos de los teatros bélicos y a veces ni siquiera son plenamente conscientes de su responsabilidad inductora.

Les pasa en esto como al Diablo. ¿Alguien puede creer que el Diablo, cuando se contemple en el espejo de su palacio infernal, piense de sí mismo que es un mal bicho?


domingo, 15 de diciembre de 2013

La secesión catalana, ¿síntoma de una enfermedad española?

La necesidad de leer la realidad que subyace a  las apariencias.

¿Y si en vez de ser los políticos nacionalistas los que se han puesto delante de los ciudadanos catalanes para conducirlos hacia la independencia, son los ciudadanos catalanes los que se han puesto a huir hacia ninguna parte obligando así a sus políticos a correr por delante de ellos para no ser atropellados?

Pero ¿se puede huir hacia ninguna parte? Toda huida lo hace. Se huye de algo, no hacia algo.

Y ¿de qué pueden estar huyendo los ciudadanos catalanes? De lo que, cada uno a su manera regional, están huyendo otros muchos ciudadanos españoles. De España, desesperanzados  respecto a ella, llenos de dudas acerca de su futuro.

Desde esta perspectiva, el problema que en estos días se pone de manifiesto ruidosamente en Cataluña sería compartido por todos los españoles. Como en la Primera República, como en la Segunda.

Lo único peculiar de Cataluña es que, merced a sus específicos componentes culturales, cree estar dirigiéndose hacia una alternativa exógena, hacia una patria chica en la que poderse refugiar.

Pero en verdad, lo repito, está huyendo de España, tiene miedo de España, desesperanza respecto a España, ve con pesimismo, si es que siquiera lo ve, un futuro español para sus nietos.  Por eso corre despavorida.

La única solución a la crisis catalana, a la amenaza de secesión, tanto para los catalanes como para el resto de los españoles, pasa por Madrid y se extiende a toda España. Los españoles con poder o influencia tienen que ponerse las pilas. Empezando por los políticos. Los tiempos exigen no el consenso, sino la concertación nacional. Y no para prohibir o dejar de prohibir, sino para construir una esperanza de futuro.

Para ponerse de acuerdo en una estrategia educativa, energética, científica, tecnológica, laboral, sanitaria, que lleve hacia un futuro que como mínimo no empeore el presente. Comprometiéndose todos juntos con ella. De esto se trata, no de cambiar o dejar de cambiar la Constitución. Ni de teorizar, elucubrar, maniobrar o conspirar.  Ni, muchísimo menos, de mirarse el ombligo propio. Se trata de ver el mundo futuro, proyectarse en él y trazarse un camino hacia él compartido por todos.

Hay que declararle la guerra al desaliento español. Para hacer creíble a los jóvenes que los viejos cuentan con ellos, más aún, que los necesitan. Para convencer a los ciudadanos de que sus dirigentes, no solo pero sobre todo los políticos, están dispuestos a luchar por un futuro común y son, ante todo, patriotas. Sí, patriotas. Nada hace más falta.

Parodiando lo que el ministro Margallo dijo en su día respecto a Gibraltar,

PARA LOS POLÍTICOS  Y PARA TODOS LOS DEMÁS PODERES ESPAÑOLES,


¡SE HA ACABADO LA HORA DEL RECREO!



domingo, 1 de diciembre de 2013

Caballo desbocado

La extraña sensación de que tu tiempo transcurre a una velocidad enorme, inimaginable. Te levantas muy temprano, todavía es de noche, empiezas a escribir y antes de que puedas darte cuenta ya son las diez de la mañana. Luego el día pasa volando, como las nubes lo hacen hacia el norte, tan blancuzco y neutro como ellas. Cuando regresa la noche, quieres leer algo en la cama pero enseguida irrumpe la madrugada, lo hace como un antiguo tren expreso saliendo de un túnel, implacable, imparable.

¿Cómo podrías detener a ese tiempo cruel, convencerlo de que estáis los dos agotados, de que es imprescindible que hagáis un alto en el camino? No te escuchará, lo sabes. Tu tiempo es sordo, se esconde en lo más hondo de tu cerebro, muy por dentro de tus oídos, incapaz por eso de percibir tu voz. Además tiene muchísima prisa, va a llegar tarde, va a llegar tarde. Huye a la vez que persigue, sin saber de qué ni a qué.

Galopa tu tiempo como un caballo enloquecido por el vuelo inoportuno de una mosca. No podrás pararlo.



Caballo enloquecido por la guerra
(trozo del Guernica de Picasso, mural de azulejos, Guernica 2009)
(tomado de Wikipedia)

lunes, 18 de noviembre de 2013

Un perro en la noche

Llevas ya mucho tiempo despierto, revolviéndote entre unas sábanas arrugadas de ti, escorando de estribor a babor y vuelta, como un barco en la noche, oyendo el  silencio de ésta, viendo su oscuridad impenetrable, sintiendo llegar, una tras otra, sus olas hechas de tiempo de vida que vienen y van, suben y bajan, que a veces rompen sobre ti cubriéndote de angustia y cansancio.

Has intentado todos tus viejos trucos para atrapar el sueño, pero sin éxito. Ayer te pasó lo mismo, y anteayer, duermes muy pocas horas, las justas para mantenerte en un estado de permanente vigilia, eso es lo que hay, lo que pasa y te adelanta y retorna, como una marea de fatiga, de hambre de descanso.

Estando en estos trances oscuros, tu vida entera pasa ante ti, sobre ti, como una película en blanco y negro, en gris, proyectada a una velocidad mil veces superior al transcurrir normal del tiempo.  Tan veloz que ni siquiera puedes  arrepentirte de nada, mucho menos  rememorar momentos felices.

Insomnio, angustia, desazón, cansancio, aburrimiento. Tanto de todo esto que lo que quisieras ser ahora es un perro ladrando en la noche, penetrando con tus ladridos guturales la niebla de silencio y soledad, también de frío y de calor excesivo, que te rodea.
 
Guau. Guau, guauu... Oyes lejana la sirena de un tren, como cuando eras un niño, sorda, ululante, cambiando de frecuencia a medida que se aleja, sola al igual que tú, en la noche vacía de afectos.


Guau, le ladras al silencio, reclamando una compañía que se ha ido. Ladras y escuchas. Ladras y escuchas. Ladras y escuchas.

Rufino Tamayo (1958).- Muro sin fin.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Otros mundos

Los filósofos llevan toda la historia debatiéndose entre dos formas de concebir la propia existencia, realismo e idealismo. Todos aceptan que ese filósofo que piensa existe y que también existe un universo exterior a él, que el filósofo es capaz de percibir a través de sus sentidos. Pero mientras que el filósofo realista asume que estas percepciones sensoriales se corresponden fiel y completamente con una realidad exterior que tiene existencia propia, el idealista, sabiendo que lo que percibe del universo exterior es una construcción hecha por su cerebro sobre los datos que recogen sus sentidos, sospecha que esta construcción, aun siendo suficiente para poder desenvolverse en el mundo y en la vida con cierta soltura, puede sin embargo estar muy lejos de la realidad.

Realismo e idealismo no se oponen, sino que se complementan. Por poner un ejemplo, la mesa que tengo ahora ante mis ojos es como yo la veo, cuadrada, de madera y con cuatro patas, pero a la vez es muy distinta, porque la mayor parte del espacio que ocupa está vacío, constituida como está esa mesa por un gigantesco enjambre de átomos cuyos núcleos y electrones están a distancias astronómicas unos de otros, separados por una inmensa nada. Así con todo lo que existe, con todo ese universo exterior que solo puede ser percibido por nuestros sentidos en una parte pequeñísima y del que por lo tanto ni percibimos ni entendemos ni mucho menos comprendemos su inmensa mayoría. El objetivo fundamental de la ciencia es descubrir lo real que se esconde detrás de nuestras percepciones, inevitablemente ideales, del universo exterior. Así la cosmología, por ejemplo, pone de manifiesto cómo, para entender el universo lejano tenemos que recurrir a unos razonamientos matemáticos que carecen de un correlato intuitivo, es decir, que no podemos imaginar. De este modo la ciencia nos permite ir entendiendo toda esa inmensa parte de nuestra realidad exterior que no podemos comprender. El entender científico nos permite percibir a tientas algo que jamás conseguiremos comprender, dándole a este último verbo el significado de ver/oír/oler/gustar, abarcar en definitiva, además de, simplemente, tentar como lo haría un ciego sordomudo.

Pues lo mismo que para el universo lejano, también acontece para ese universo cercanísimo de otros seres humanos. Cuando me estoy relacionando con otra persona, mi realismo me permite estar seguro de que lo que oigo y veo de ella se corresponde con su verdadera naturaleza. Pero mi idealismo me advierte que esa correspondencia no es completa, que incluso puede estar distorsionada por errores de perspectiva.

Por eso es sabio que, cuando puesto yo delante de otra persona, interaccionando con ella, me deje penetrar por un respeto inmenso a ese otro mundo que esa persona exterior a mí representa. Es sabio que entienda yo que para comprender plenamente a esa otra persona, comprender digo, que es mucho más que entender, tengo que amarla. Lo que me parece intuir al llegar a esta conclusión es que el amor viene a ser, en definitiva, el camino más profundo y certero para el conocimiento de ese ser humano que tengo delante de mí, ese otro mundo inmenso que dialoga e interacciona conmigo.

Claro que yo no soy, ni muchísimo menos, Francisco de Asís. Por eso me doy cuenta de que la tarea que me queda para pasar por esta vida comprendiendo mínimamente a los demás es inmensa.
 
Hago lo que puedo, temiendo que sea bien poco.

Toulouse-Lautrec (1893).- Dans le lit.

sábado, 9 de noviembre de 2013

En el borde del mundo

Pero ¿es que el mundo tiene bordes, no decían que era redondo como un globo?

Los bordes son balcones que se asoman a precipicios insondables, cuchillas que cortan sin piedad, esquinas que ocultan lo desconocido. En contraposición, una esfera no tiene límites, puedes recorrerla indefinidamente en infinitas direcciones sin llegar nunca a su inexistente final.

Solo que… tu mundo interior, ése en el que tú solo habitas, es todo él un borde omnipresente e inacabable. Un mundo cuchilla, infinitamente delgado, infinitamente cortante.


Y tú, en ese mundo tuyo, sin pasado ni futuro, solo eres el filo. Ese es tu vértigo.


martes, 29 de octubre de 2013

A la espera

¿Qué diablos puedes hacer cuando se te seca el corazón, cuando llegada la hora en que debería amanecer todo sigue oscuro, cuando el tiempo transcurre a la velocidad de la luz, de esa luz que, sin embargo, nunca acaba de llegarte?

Puedes seguir viviendo, lo que nunca dejará de ser un privilegio. Puedes apretar los dientes y esforzarte por tantear, en la oscuridad casi absoluta que te rodea, lo inmediato, así no te sientes solo. Puedes rezar, recordar viejos tiempos, crear dentro de tu cerebro todo un mundo.

La angustia que te llena es, en definitiva, un mecanismo de defensa. Juega para tu psique el mismo rol que el dolor para tu cuerpo. Te avisa, sencillamente te dice: “tienes que hacer algo, esto no puede seguir así”.


“Sí, sí”, te dices a ti mismo. “tengo que tomar decisiones”. Pero tu problema es que has perdido la confianza en ti mismo. Tienes miedo, echas de menos una mamá. 

Paciencia, paciencia, paciencia. Serenidad. Tu cerebro y tu corazón están trabajando juntos, día y noche, sin que tú lo sepas, para arreglar tu avería. No te dejes vencer, aguanta, espera.

Eso es lo que hay.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Peregrino

Saliste hace muchísimo tiempo de casa de tu madre,tanto que ni siquiera estás seguro de que por entonces hubieras nacido ya. Peregrino de tu vida, has caminado y caminado y caminado con Lhasa como meta y en ella el Potala, santuario de la Iluminación. Descansaste algún tiempo en una casa que te acogió sin preguntarte quién eras. Hoy, ahora, en este mismísimo instante, reemprendes tu peregrinación. Te sientes ligero, agradecido y alegre como un pajarillo, también pesado, desertor y triste como un fugitivo. Intentas olvidarte de todo, lo bueno y lo malo, que estás dejando, para no caer en la tentación de mirar hacia atrás. Cierras los ojos y te esfuerzas por pensar sólo en Lhasa y en ella el Potala, santuario de la Iluminación. Esa es tu vida, como la de tantos otros peregrinos que caminan junto a ti.

martes, 22 de octubre de 2013

El dolor del mundo

El viento sopla con fuerza, arranca del mar y el bosque un sinfín de quejidos que te aturden.  

A veces… a veces te parece escuchar entre este ensordecedor caos un grito de dolor. ¡Sí, lo oyes, sin duda lo oyes, solo de vez en cuando, tapado, ahogado por los bramidos del desorden y el azar, pero sí, no dejas de oírlos y sí, son gritos de dolor humano,  dolor personal.
 
Entonces empiezas a darte cuenta tú, torpe de ti, de que lo que expresan estos quejidos es el dolor del mundo, que es el tuyo y el suyo, el dolor de todos los seres a los que les late dentro un corazón.  

El sufrimiento, ese que está siempre necesitado de compasión.


Y sientes la necesidad, más todavía, el deseo vehemente, de convertirte tú, todo entero, en un abrazo. De extinguirte, derretirte en un abrazo.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Europa, España, Cataluña

Entristecido y preocupado por la deriva que está tomando el asunto catalán. Creo que Felipe González tiene razón cuando dice que este brote nacionalista, que no verde, puede producir una fractura social en el conjunto de España de consecuencias incalculables. Ya se está viendo en el desconcierto  de los políticos, ayer los socialistas de Cataluña propugnando como solución un estado federal que no saben explicar en qué consiste, ahora los populares de Cataluña declarando que el problema se arregla con más pelas para los catalanes, cuando eso supondría el descoyuntamiento del estado, por la injusticia de la asimetría propuesta. En cuanto a los nacionalistas de Cataluña, mi impresión es que no saben dónde se han metido, peor aún, dónde están metiendo a los ciudadanos de Cataluña y del conjunto de España. Su irresponsabilidad alcanza dimensiones gigantescas y sigue creciendo.

¿Quién tiene la culpa de todo esto? Mucha gente, tanto en Barcelona como en Madrid como en Bruselas como en Berlín. En Barcelona unos políticos nacionalistas que demasiado oportunistas han jugado con fuego y provocado un incendio. En Madrid unos políticos supuestamente centralistas  que también por oportunismo y durante muchos años, han claudicado de sus responsabilidades culturales respecto de una vieja nación como lo es España, faltos del patriotismo y la visión necesarios para formar gobiernos de concentración izquierda/derecha con fuerza suficiente para impedir desmadres regionales. En las dos ciudades una clase política que no ha respetado ni protegido suficientemente la Constitución. En Bruselas y en Berlín la ausencia de un liderazgo fuerte que apostando por Europa, no hubiese permitido que la crisis nos costara tanto a los países mediterráneos. Entramos los españoles en esta crisis con una deuda pública inferior al 40% del PIB y estamos ahora a niveles del 90%; ¿cuánto de este incremento se debe a la absoluta desprotección por Europa de la deuda soberana española, que nos ha obligado a pagar intereses altísimos a sus compradores internacionales?

Este enredo no va a ser fácil de arreglar. Los que nos gobiernan necesitan frialdad, integridad, valor y visión a largo plazo. No solo Rajoy,  también la oposición. Con el apoyo sereno de todos los españoles, encabezados por sus líderes sociales y culturales.


Ya supimos hacerlo hace treinta y seis años. ¿Por qué no vamos a saber hacerlo ahora, siendo como somos, los españoles de a pie, más ciudadanos que nunca? 

Con la ayuda, si es posible, de frau Merkel et all. Remember Willy Brandt!

jueves, 3 de octubre de 2013

Cabalgata holandesa




Puedo escribir hoy sobre lo que vi hace dos días, la cabalgata del 3 de Octubre, fecha en que la ciudad holandesa de Leiden celebra su liberación de las tropas españolas en 1574.

Esta cabalgata conmueve a la pequeña y bella ciudad universitaria, que participa en ella con entusiasmo, pero no es una celebración solemne, sino festiva, más una ocasión para pasar un buen rato juntos que una conmemoración histórica. Hay carrozas y participantes que recogen múltiples aspectos de la vida y la historia cotidiana de la ciudad. El Ayuntamiento, con sus miembros rigurosamente vestidos de frac y chistera, preside el desfile y recorre las calles a su frente. Y la única presencia militar es la de numerosas bandas de música, muchas de ellas integradas por veteranos y que desfilan con marcialidad tocando sonoras marchas castrenses pero sin exhibir armas de ninguna clase. 

Siendo los holandeses mucho más metódicos y organizados que los españoles, la cabalgata transcurrió sin embargo con más desorden que el habitual en espectáculos similares que tienen lugar en mi tierra, como las procesiones de Semana Santa o las cabalgatas de Reyes Magos. Esto me llamó la atención. La causa principal de este desorden estaba en los largos intervalos entre los distintos tramos de la cabalgata, que convirtieron a ésta en lentísima, casi interminable, intercalada de numerosos espacios vacíos. Cada tramo parecía estar haciendo la guerra por su cuenta. 

Pensé sobre el asunto. Llegué a la conclusión de que lo que más nos diferencia a españoles de holandeses, o más en general a los europeos mediterráneos de los centronórdicos, es el ritmo vital, el tempo interior que marca los compases de nuestras vidas. Los españoles somos rápidos y por eso fugaces, los holandeses lentos y por eso precisos. A los españoles nos pueden la velocidad y las prisas, por eso no preparamos a fondo nuestras acciones pero somos genios de la improvisación. Los holandeses se lo piensan bien antes de acometer algo, llegarán más tarde que nosotros, pero es más seguro que lleguen. Nosotros avanzamos mirando a la meta, ansiosos por alcanzarla, ellos atentos a la etapa del camino en la que se encuentran, moviéndose con precisión y cuidado, para no resbalar. 

En fin, los dos tipos de naturaleza, mediterránea y nórdica, son necesarios, complementarios y plenamente justificados. Quizá todo esto dependa del clima, las nubes y la lluvia. En cualquier caso, más nos valiera, en la dubitativa Unión Europea, comprendernos mejor unos a otros.


El gran día de Leiden

Hoy es el gran día en que Leiden celebra cada año su liberación del imperio español en 1574. La ciudad engalana sus iglesias y sus canales, las calles se llenan de casetas que sirven comida y cerveza, así como de tiovivos y norias donde se divierten los niños. Hay además dos grandes cabalgatas, una en la noche del dia 2 en la que participa toda la ciudad, volcándose la gente en ese compartir su historia con una alegría ingenua y conmovedora, y otra más formal que será esta tarde.

Ayer tomé algunas fotos que presento aquí.

En la placita a la que se abre la iglesia de San Pedro se ha instalado una pequeña y ruidosa feria de cachivaches, llena de niños que ruedan y vuelan en los distintos cacharros mientras sus padres y abuelos los miran divertidos. El contraste entre la severidad de la vieja iglesia y la alegría multicolor que llena la plaza es notable.









La caseta del vendedor de tiquets para el tiovivo está adornada con toda la fantasía del mundo. Lo que llena ahora la plaza está hecho  para divertir a los niños y yo, que soy viejo, no puedo evitar el empaparme de esta atmósfera y recordar las emociones que sentía en la maravillosa "calle del Infierno", durante las fiestas de mi Sevilla natal.



Este perrito estaba amarrado a las rejas de la iglesia. Seguramente sus dueños disfrutaban mientras tanto con sus niños de la algarabía de la pequeña feria. Él se nos ofrece como una imagen viva de la melancolía. Y es que los perros puede que sean irracionales, pero no carecen de sentimientos.

En Holanda siempre está presente el detalle minúsculo, lleno de belleza. Para disfrutarlas plenamente, hay que pasear sus calles con ojos llenos de curiosidad. Como en la foto, unas macetillas pequeñas de las que se derraman flores multicolores son capaces de transformar no solo una pared desnuda, sino tu propio estado de ánimo.

















Cuando empezó a anochecer el Canal Nuevo, terminando de prepararse para la fiesta del jueves, reflejaba, convirtiéndolas en latidos, las luces de la ciudad.

domingo, 29 de septiembre de 2013

El mundo nuevo del siglo XXI.- (0) Introducción


Con esta entrada inicio una serie en la que consideraré el cambio de época que está teniendo lugar en este siglo XXI.

Trataré este difícil y apasionante tema desde lo que soy, un abuelo que ha llegado a saber casi nada de casi todo y que, sintiendo que ya no le queda "toda una vida por delante", quiere darle a los jóvenes, muy particularmente a sus nietos, un testimonio de esperanza en el futuro.

Este cambio de época que ya ha empezado será tan radical y profundo como cualquiera de los que han tenido lugar a lo largo de la historia. Como el que en el siglo III, con la invasión por los bárbaros del Imperio Romano de Occidente, inició la Edad Media en Europa. O el que en el siglo XV, con la caída del Imperio Romano de Oriente bajo los turcos y previa la conquista de España por unos árabes que trajeron así a Europa  toda la riqueza de la cultura griega, terminó en el Renacimiento y enseguida, a través de las exploraciones y descubrimientos subsiguientes,  condujo a una primera percepción planetaria del mundo. O el que al final del siglo XVIII, gracias en buena medida a la gigantesca provocación científica de Newton, acabó con el Antiguo Régimen y trajo consigo la Ilustración y la idea de Progreso sin límites. Después y hasta hoy, todo el siglo XIX y el XX no han sido sino corolarios de lo que pasó en el XVIII o preparaciones de lo que puede llegar en el XXI.

Esto que se ve venir ahora es algo radicalmente nuevo, pudiendo resumirse en una constatación: el mundo, el planeta Tierra, se nos ha quedado a los humanos asombrosamente pequeño. Lo cual  tiene algunas consecuencias inmediatas:

1.  Los recursos que nos permiten llevar una vida civilizada no son inagotables y deben por tanto administrarse con cuidado, en beneficio de todos.

2. La basura que producimos empieza a ensuciar peligrosamente nuestro patrimonio común, que son los océanos y la atmósfera, amenazándonos con un cambio climático que ha empezado ya y cuyas consecuencias son todavía inciertas pero ya preocupantes.

3. Estamos ahora tan próximos los humanos unos a otros que no podemos ignorarnos. Nos conocemos demasiado bien y compartimos en muchísimos aspectos una misma visión de la vida. Esta promiscuidad choca con las inevitables diferencias que también arrastramos todos, haciendo que nuestro mundo resulte interesante, contradictorio, peligroso, trepidante  y hasta divertido.

Todo esto traerá inevitablemente consigo un derrumbe de muchos de los paradigmas de nuestra época, entre ellos uno que ha venido ocupando una posición destacada: la necesidad del crecimiento económico para el progreso social. Lo que equivale al fin del neocapitalismo pero también del neomarxismo. Quizá nos encaminamos hacia un mundo sin crecimiento económico neto, algo que todavía nos resulta inconcebible.

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Llevo tiempo pensando en estas cosas, como muchísima más gente. El presentimiento de cambios radicales está en el ambiente. Al menos en Europa, los jóvenes ya no son portadores de una esperanza que los viejos no hemos sabido transmitirles. Impera hoy en todos nosotros un cortoplacismo desconcertado. Lo que tenga que llegar, ese tronido terrible, ese cataclismo que tememos, lo vamos aceptando con resignación creciente, suplicando, eso sí, que no venga mediado por una gran guerra.

Opino que no debemos asustarnos. Este que viene no será el primer cambio de época que haya tenido lugar a lo largo de la historia. Tampoco será el último. El mundo y los humanos lo sobrevivirán, eso seguro. Mientras más racionalmente proactivos y más serenos seamos al recibirlo, menos serán los dolores y los riesgos del inevitable parto.

Podríamos empezar por aprender de los cambios de época que ya han tenido lugar. En  lo más básico, todos  han tenido un desarrollo parecido.

A. Primero hay un descrédito, que puede llegar a descomposición, de los paradigmas establecidos. Así la gente se mentaliza para aceptar el cambio. En eso quizá estemos ahora.

B.  Luego vienen las rebeliones.

C.  Finalmente las revoluciones. Lo que las diferencia de las simples rebeliones es que las revoluciones se apoyan necesariamente en unas ideologías de las que surgirán los nuevos paradigmas que soportarán  los nuevos encuadramientos sociales.

Todo fluye, como decía el viejo Heráclito, así es la naturaleza de las cosas, así lo es el río del tiempo  y de la historia. En este fluir hay turbulencias, olas y crecidas más o menos intensas. Un cambio de época es un remolino gigantesco, una ola de tsunami, una crecida enorme que arrasa las orillas de ese magno río y las hace irreconocibles. Se diferencia de lo cotidiano en su escala, en la magnitud  de los hechos y en el ritmo con que se suceden los acontecimientos , unos y otros con grandes consecuencias.

¿Cuáles están siendo los factores desencadenantes de este cambio de época que se nos echa encima?

  •       Una revolución tecnológica nacida directamente del desarrollo espectacular de la ciencia a lo largo de los siglos XIX y XX. Patente en todos los campos de la actividad humana, pero sobre todo en la Informática, las Comunicaciones y el Transporte. Que está resultando en cambios gigantescos en la productividad, las capacidades simbólicas y los modos de relacionarse tanto de los individuos como de las culturas.
  •       Alteraciones profundas en lo demográfico, que tienen lugar simultáneamente en muchas direcciones contradictorias: rejuvenecimiento de los países pobres, envejecimiento de los ricos, movimientos migratorios imparables resultantes de estos desequilibrios regionales y de otras amenazas, problemas globales de superpoblación que antes de que acabe el siglo podrán verse desplazados por otros de despoblación, etc.
De todo esto tratará la serie que empiezo hoy con esta entrada. Intentaré presentar en ella las opiniones más interesantes, que no son necesariamente las más autorizadas, sobre los grandes problemas que afrontamos, así como aportar con mis reflexiones los puntos de vista de quien no es más que un escritor y hombre de la calle, en un intento de representarlos a todos ellos.


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Terminaré esta entrada con una reflexión.

El cambio de época exigirá de nosotros los terrícolas  respuestas tanto tecnológicas como culturales. Pero hemos puesto nuestras esperanzas de salvación exclusivamente en las soluciones tecnológicas.

De cambios culturales suficientemente profundos para ser eficaces no queremos ni oír hablar. Pero serán ineludibles, más todavía, puede que sean las soluciones culturales, es decir, las que afectan no a nuestras herramientas sino a nuestros comportamientos y creencias, las únicas capaces de salvarnos.

Por eso, como siempre ha sido en estos grandes cambios, será también ahora inevitable que tengamos que aceptar y promover alguna forma todavía desconocida de revolución. Si lo hiciéramos bien y después de la experiencia histórica acumulada, esta revolución podría ser luminosa y pacífica. ¿Por qué no?