martes, 2 de mayo de 2017

La recidiva

Yo la temía y por eso me negaba a esperarla, pero finalmente ha llegado. Estas cosas pasan como una más de las innumerables sorpresas que jalonan el camino de una vida humana. Hace ya dos años justos que me reseccionaron medio pulmón y me sometieron a quimioterapia. Cada tres meses me controlaban para asegurar que la enfermedad no reaparecía. Alcanzar los tres años sin recidiva era casi la victoria total porque, las estadísticas así lo mandan, indicaban una probabilidad muy alta de curación total. Yo no lo he conseguido, e iniciaré en los próximos días un nuevo ciclo de quimioterapia, pensado más para contener que erradicar a mi enemigo. El objetivo final de la oncología clínica, en unos tiempos como los actuales en que todavía la ciencia no ha vencido definitivamente al cáncer, no es curar, sino prolongar en todo lo posible una vida digna para el paciente. Lo que es bastante razonable porque, al fin y al cabo, con cáncer o sin él, vivir a partir de una cierta edad es irse acostumbrando a la idea de una muerte finalmente ineludible.

Pero cuando te dan el notición de que lo tuyo es una recidiva en un cáncer que creías ya casi superado, no puedes evitar el conmoverte. Por una parte, sientes una cierta autocompasión que, lo aceptes o no, te consuela. Por otra, no puedes evitar esa atención casi obsesiva que pones ahora en las señales que pueda darte tu cuerpo de la enfermedad que lo atraviesa. Aunque enseguida haces planes, eso tú no puedes evitarlo. Decides que tienes que introducir cambios importantes en tu vida, sobre todo en las direcciones que vas a intentar que tome. Entre otras cosas piensas en este blog que llevas ya varios años escribiendo. Dentro de la atmósfera tímidamente pesimista que te envuelve en esos momentos, te planteas la decisión de cerrarlo. “¿Para qué seguir escribiéndolo?”, te dices.

Pero luego el tiempo, esa droga milagrosa, te hace verlo todo de otra manera. Y en lo que se refiere a este blog, decides continuar con él como si no hubiera pasado nada.

Porque además, en realidad, nada ha pasado. O lo que ha pasado es de mi piel para dentro y no me impide nada de lo que encuadra mi vida cotidiana. Mi situación indudablemente amenazada es interesante, por novedosa. Lo es para mí, pero también puede serlo para algunos de los que me lean. Así que seguiré escribiéndola.


Sirva todo esto como advertencia a mis lectores de que, en ese “yo y mis circunstancias” orteguiano que me constituye, ha habido o está habiendo un cambio importante. 

Quizá llegue a notarse.

3 comentarios:

Paola Arciniegas dijo...

Mucho ánimo apreciado Olo... Un abrazo fuerte. La confianza en que El Ser supremo todo lo dispone para nuestro bien lo acompañe. Un saludo lleno de afecto... Me alegra mucho que no deje de escribir.

Peche dijo...

Sigue escribiendo. Eres un escritor. No puedes dejarlo ahora. ¿Por qué? ¿Para qué? Besos.

Unknown dijo...

Nunca te hago comentarios aqui querido Olo, pero no puedo evitar pedirte que por favor no cierres nunca este blog. Si alguna vez no quieres escribir más, simplemente dejalo estar ahi. Tus palabras escritas son tan bellas como las dichas, pero estas además tienen la gracia de que las podemos leer una y otra vez y asi escucharte una y otra vez , lo que me encanta. Eres además de un gran amigo, un excelente escritor y un gran profesor, sigue ilustrandonos y sorprendiendonos con este blog. Fijate que hay entradas que debo releer puesto que son tan llenas de informacion que mi pequeño cerebrito no se la puede de una sola vez o bien, se me olvida todo al poco tiempo. Animo amigo, ¡qué Dios te proteja! (eso significa tu nombre).